El sol



Todo comenzó con la salida del sol,

un sol rubio, todo rubio, de ojos dorados

y tez dorada, y manos grandes, pecho grande,

todo grande, y bonito y bondadoso y silencioso.

Un sol que salió de pronto, brillante,

en medio de un cielo turquesa,

con saber a café, rozó mis mejillas,

me dio dos besos, primero uno, luego otro,

y me tocó con sus ojos dorados,

aquí y allí, con ternura, con fuerza,

como dos rayos en mi pecho,

entraron y me recorrieron por dentro,

primero la mente, luego el estómago,

los pulmones, el corazón; ahí se clavaron.

Un sol suave, un sol tierno, un sol ardiente,

un sol precioso, un sol que calla y observa y juzga.

Así salió el sol la vez primera, anaranjado,

así me cubrí con la mano

y así se colaron sus rayos entre mis dedos,

una luz como ninguna otra.


Ahora mis pupilas dilatadas

solo ven oscuridad.

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