Todo lo que fui en 2022

Voy a escribir esto antes de que todo salte por los aires. Porque yo que sé, a veces pasa, y ahora mismo, en este preciso instante, estoy feliz y quiero sentarme a pensar sobre ello. No suelo hacer balance del año, pero, vaya, este ha sido muy intenso.

Este año ha sido una montaña rusa emocional. Durante un tiempo, al terminar de estudiar, estuve dentro de una nube gris que me rodeaba y no me dejaba ver más allá, y llorábamos juntas. Conseguí avanzar y dar pequeños pasos en lo profesional, aunque siempre insuficientes. Sin embargo, a mitad de año la vida me sonrió brindándome una oportunidad profesional muy bonita y de la que estoy sacando mucho aprendizaje, así como llevándome gente increíble. Me gusta pensar que, de alguna manera, mi recorrido azul en la primera mitad del año logró darme el impulso suficiente para salir a cielo abierto y divisar la luz, a esa segunda parte del año en la que he sido verdaderamente feliz. Tengo que dar gracias a tantas personas, a tantos momomentos y también a mí, por seguir adelante, que no sé ni por dónde empezar. Si todos los años que vienen van a ser así, como esta segunda mitad de 2022, que vengan porque estoy preparada para recibirlos.

Yo en Santander

En cuanto a lo literario, también me siento afortunada. Este año me ha regalado la presentación de mi primera historia, Los astros de Áurea, mi primera participación en la Feria del Libro de Madrid, así como en algunas locales. También he escrito dos libros y varios relatos, y se ha comenzado a gestar la idea que espero que me acompañe en la primera parte de 2023. Tanto Proyecto Malva como Proyecto Cielo han sido historias que han salido de lo más profundo de mí y se han sentido de una manera muy pura, me han ayudado a enfrentar y a reflexionar sobre situaciones que me quedaban grandes. Por ello, ambas tienen un lugar especial en mi corazón (aunque conociéndome, sé que muchas otras que vengan lo tendrán, porque yo funciono así, como muchos otros artistas. La escritura es mi vía de escape, tanto para la felicidad como para la tristeza, y sé que la vida me depara aún muchos altibajos que fructificarán en forma de historias). Espero poder compartir estas dos historias en los años que vienen. Por otro lado, Proyecto Mary se abre camino a paso lento e inseguro, por lo que estoy pendiente de construir una base fuerte en la que mis personajes se puedan posar con total firmeza. Llevará tiempo, pero ya está mereciendo la pena.

Cielo lleno de nubes, guiño al proyecto en el que estuve concentrada buena parte de 2022

Por otro lado, he logrado dar un paso grande: repensar Relatos y Bosques, mi blog, para darle una imagen más profesional. Siempre soñé con tener el tiempo, los recursos y la paz mental para poder volcarme en ello, y por fin sentí que era el momento. De ahora en adelante, este es mi blog de escritora y tengo mi propio dominio: www.lauramaciasperez.com. Seguiré subiendo reseñas, principalmente, y algún post especial como éste. Sé que puede parecer que no se ha producido un gran cambio, o que no es tan importante, pero para mí lo es. Tener un espacio donde sentirme en casa (digitalmente) es algo que valoro mucho últimamente. Las redes sociales no están mal, pero el formato no me permite ser yo como me gustaría, porque yo soy así: explicaciones largas; pocas imagenes o vídeos. Sé que este blog no tiene ni un cuarto de la visibilidad que Instagram o Twitter, pero yo me siento más cómoda entre estos posts.

Solo me queda seguir avanzando y encontrar mi hogar físico en el mundo, ¿no? Como decía, pienso mucho en esto en los últimos meses. Imagino que a la mayoría de las personas nos entra en algún momento de la vida esa morriña por el hogar propio (fuera del familiar, por bueno que pueda ser éste). Tengo ganas de poder desplegarme y vivir sola, ver qué sale de ahí. Pero ese es otro paso más grande todavía que de momento no puedo dar. Llegará a su debido momento, como llegó mi hogar digital a pesar de verse como algo lejano. 2022 también me ha enseñado que las cosas llegan, así que pienso trabajar por ello con paciencia.

Por último, este año me ha regalado nuevas relaciones: compañeros de trabajo y amigos. Algunos se han quedado por el camino, pero los recuerdo con cariño, y otros espero con todas mis fuerzas que se queden, porque me brindan momentos muy felices (aunque sea en pequeños momentos del día, como un café mañanero; o un plan improvisado). Este año he explorado mi lado social y me he descubierto con ganas de salir y hablar, lanzarme a conocer gente a pesar de mi vergüenza, y a escuchar lo que otras personas tienen que ofrecerme. Reírme con otros y hacer reír, compartir pequeños momentos.

Porque, en conclusión, este año ha sido uno feliz construido a base de pequeños momentos y me ha hecho valorar precisamente eso: los ladrillos que levantan los muros de mi rutina y hacen que me vaya a la cama con una sonrisa. Llegará el momento en que pueda colocar un gran ventanal, unos marcos bonitos, incluso una chimenea, y será genial. Pero me gusta recordar que esta casa se sostiene a base de ladrillos, del día a día, de los pequeños momentos, a pesar de la incertidumbre.

Así que si has formado parte de mi vida este 2022: gracias. Si me has leído: gracias. Si estás leyendo esta misma entrada: gracias.

No sé qué me deparará diciembre, si mi final de año será dulce o amargo, pero me apetecía escribir esto ya, ahora.

¿Y tú? ¿Qué destacas de tu año?

Un abrazo gigante,

Laura

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