Género: ficción histórica
Temas: paleontología, dinosaurios, especies, extinción, fósiles
Las huellas de la vida es una novela de ficción histórica en la que se narra la historia de dos mujeres de gran influencia en el mundo de la paleontología: Mary Anning y Elizabeth Philpot.
El paso de esta novela por mi camino ha sido repentina y, al mismo tiempo, muy feliz: me la recomendó un amigo como su historia favorita y, al poco tiempo, la puso en mis manos. Me lancé a ella con muchas ganas y sin saber qué esperar, pues solo conocía a la autora por su famoso libro La joven de la perla (que aún tengo pendiente y que, sin duda alguna, leeré pronto, pues Las huellas de la vida me ha fascinado). Así que gracias a mi amigo por este descubrimiento. ¡Vivan los amigos, los libros, y los amigos con los que compartir libros!
Aquí la sinópsis de la obra:
Antes de que Darwin escandalizara al mundo entero con sus teorías sobre el origen de las especies, hubo alguien que ya dudaba, buscaba, hacía preguntas...
La hermosa historia de la amistad de dos mujeres muy distintas, pero unidas por una misma pasión: su deseo de buscar las huellas de la vida en los fósiles y descubrir así la historia secreta de nuestro pasado.
La historia comienza con Mary Anning y Elizabeth Philpot conociéndose en la localidad de Lyme Regis, en Inglaterra, cuando Mary es todavía una niña y Elizabeth una joven de clase media, recién mudada desde Londres.
En las playas de Lyme Regis, Elizabeth descubre fósiles (amonites, belemnites y peces, entre otros) que le generan curiosidad, por lo que terminará buena parte de su vida dedicándose a buscarlos y coleccionarlos. Mary Anning es una niña de una familia pobre que se dedica a buscar fósiles (que ella bautiza como «curiosidades» o «curis») para venderlos a los turistas.
Cuando su padre muere, Mary y su familia tienen que ganar dinero para poder saldar las deudas que les deja. Son una familia humilde que necesita tirar de las curis para sobrevivir, lo que hace que no se puedan plantear dejar de salir a la playa, aunque haga frío o llueva, y dejar de buscar. A Mary le apasiona, y cuando se hace amiga de Elizabeth, quién le explica qué son en realidad las curis, quién le introduce en la ciencia tras sus hallazgos, le parece más interesante todavía. Su lugar es la playa y los acantilados.
Así, la historia avanza con Mary descubriendo el primer ictiosaurio completo, un gran descubrimiento. Todos los hombres estudiosos de Inglaterra se interesan por el espécimen, y pronto Mary se convierte en una persona conocida por su excepcional ojo para encontrar fósiles. Sin embargo, al ser una mujer de clase pobre, nunca es nombrada ni tenida en cuenta en serio. Los estudiosos que llegan a Lyme Regis para conocerla, le encargan búsquedas que luego se atribuyen a sí mismos y a sus caras colecciones. Algunos se interesan en la ciencia tras sus descubrimientos, otros solo se interesan por la moda y la excentricidad de estos «monstruos» que nadie sabe del todo reconocer.
Uno de los temas que se tratan en la novela y que me pareció muy interesante fue precisamente el misterio tras estas criaturas: si no se parecen a ningún animal vivo, entonces, ¿qué son? Al principio los ictiosaurios son confundidos con cocodrilos, los ammonites con gusanos de mar que se enrollan al morir… pero pronto comienzan a surgir las teorías de animales que ya no existen. Se menciona, con cierta incomodidad, la idea de extinción. Sin embargo, la época de finales del siglo XVIII, principios del XIX era una época creyente, católica, e insinuar que Dios se equivocó con la creación o que decidió dejar de proteger a algunas de sus criaturas, es polémico. Comienzan a surgir preguntas para las que la sociedad no tiene respuestas.
¿Cómo sería descubrir un fósil de una criatura gigante, que reta todas las normas existentes sobre el mundo natural, sin tener toda la información que tenemos ahora sobre los dinosaurios, su extinción masiva, o sobre las diferentes eras de la tierra? Me pareció muy curioso ver la confusión en Elizabeth, una dama con cierto nivel formativo, y en Mary, una chica creyente sin más conocimiento del mundo que lo que sucede en su pequeño pueblo.
De la novela también me llevo la maravillosa manera de narrar de Tracy Chevalier. La historia alterna el punto de vista de Mary y de Elizabeth: cada una tiene su manera de ver la vida, un lenguaje diferente y una manera de escudriñar a las personas, de tomar decisiones y de buscar fósiles.
Su amistad es tierna y emocionante. La manera en que Elizabeth admira y defiende a Mary, cómo pide que la tengan en cuenta, a pesar de ser de una clase social menor y de la envidia que a veces surge en ella, es fascinante y digna de mención, pues sin duda es un ejemplo de mujeres que se apoyaron para salir adelante y defender su posición y sus hazañas en un mundo dominado por hombres.
«Mary Anning destaca por sus ojos. Era evidente la primera vez que la vi, cuando ella no era más que una niña. Sus iris son castaños y brillantes, y tiene la tendencia del buscador de fósiles de estar siempre a la caza de algo, incluso en la calle o en una casa donde no hay posibilidades de encontrar nada de interés. Eso le da un aire vigoroso, hasta cuando está quieta. Mis hermanas me han dicho que yo también paseo la vista en lugar de fijar la mirada, pero ellas no lo dicen a modo de halago, como hago yo con Mary».
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