Reseña: Canto yo y la montaña baila - Irene Solà

Sin género

Temas: el paso del tiempo, historia de una familia, generaciones

Quiero a mis hijos, a pesar de la cojera del alma. A pesar del lastre, del desánimo y de la pesadez. A pesar de que criarlos solos no estaba entre las promesas que hice, que me obligaron a hacer. Yo quería un marido, mi marido, y después, si venían hijos, pues bien. Pero ¿solo hijos? ¿Para qué va una a querer solo hijos?

Este libro es un libro inexplicable. Es un canto a la vida de varias generaciones en un pueblo del Pirineo, en el que a través de muchas voces —humanas y no humanas—, vamos formando la historia de cada personaje, las relaciones entre ellos, tanto de los vivos como de los muertos. Las historias se unen las unas a las otras, las trágicas con las felices, los comienzos miran atrás para no olvidar los finales. Las vidas de los personajes se cruzan unas con otras, cada versión es un retal de la historia que poco a poco va creando una manta mal cosida, pero original.

Cada capítulo es único, se cuenta con una voz diferente y aporta una perspectiva nueva, cada uno está narrado con honestidad y belleza. Desde las nubes y la tormenta que matan a Domènec, como las voces de su mujer, de las setas del bosque, del corzo, de los hijos a lo largo de los años, y el resto de vecinos del pueblo, los fantasmas de la montaña. Irene Solà introduce reflexiones sobre cuestiones vitales desde varios prismas. La muerte se trata con naturalidad, con comicidad, y al mismo tiempo con mucho dolor, un dolor arrastrado y culpable. El amor y la pasión se contemplan desde la razón, pero también desde el instinto animal.

Siento que es un libro en el que la historia no quiere transmitir ningún mensaje, sino que se presenta tal y como es, se desnuda ante el lector. Es en esa simpleza en la que se carga de significado, de amor, de malentendidos, de culpa y de ingenuidad. Es un viaje al Pirineo catalán que podría ser atemporal. La autora en entrevistas ya ha dicho que la vida es así: sin moraleja y sin metáforas. Tal vez por eso se centra en lo que hay, en lo que fue y lo que será y no puede evitarse.

En especial, los capítulos narrados por elementos naturales me han sacado una sonrisa en varias ocasiones: es increíble cómo una puede leer la narración de las nubes e imaginarlas perfectamente con su voz traviesa y juguetona, mojando a su paso, lanzando truenos, riéndose; o leer a la red de setas del bosque como un coro de vocecillas susurrantes, poderosas, pequeñas y grandes, cobijando el saber de tantos siglos. 

La lluvia dice pin, pin, pin. Nosotras nos la tragamos. La lluvia viene de sitios y sabe cosas. Se está bien aquí abajo. Se está bien en este bosque. En este trozo de tierra. En este trozo de mundo. La lluvia nos despierta, un despertar fresco y renovado. La lluvia nos hace grandes, nos hace crecer. ¡Hermanas! ¡Amigas! ¡Madres! Yo, que soy todas vosotras. Buenos días. Buen viaje. Bienvenidas. Bienhalladas. Y entonces salimos. Salimos. Salimos como hemos salido tantas veces.

Es un tipo de novela que experimenta con la narración y cuenta historias que, dentro de ser muy trágicas, no dejan de ser comunes. Lo interesante es cómo se transmite, a qué se da importancia y a qué no. Las palabras atraviesan el pecho y son los mismos lectores los que deciden el significado.

Es sin duda una de mis mejores lecturas de este año y no me cansaré de recomendarla.

Un abrazo,

Laura

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