En su caso, se trata de un pequeño poemario que leí de una sentada y del cuál disfruté cada página.

Es curioso cómo a través de las palabras se puede expresar emociones que uno juraría que son indescifrables; cómo a través de la experiencia de otros, una se puede ver reflejada de mil maneras.

La poesía de Julio en este libro habla del vacío, de la incertidumbre de un amor que nunca se sabe cuándo llega y cuándo se va, de los días de espera, del perdón que no llegó, ni el enfado, ni las lágrimas. Del silencio. Del vacío.

Trata de darse cuenta de que en ese vacío sí hay alguien: uno mismo, el que espera, y que merece ser tratado mejor.

A veces pasa que no nos vemos como personas con un valor y una dignidad que proteger.

“Soy sólo yo”.

Fuimos y seremos silencios es un libro catártico. Está organizado en varias partes, todas con un orden lógico y circular que nos hace recorrer la historia de amor desde el inicio hasta el final (Punto y ‘seguirá’; digresiones primera y segunda; punto y aparte; punto y final, entre otras). 

Pasar página de una parte a otra me pareció liberador, como si sonara un cañonazo que gritara “nunca más” en vez del simple sonido del papel. Es el poder de las palabras elegidas con cuidado y certeza: que aunque escasas, transmiten todo lo necesario. La musicalidad de los versos también es algo que he disfrutado muchísimo, y que me parece muy complicado de conseguir. Es un poemario redondo, cortito, de los que se pueden leer mil veces. Incluso muchos de los poemas podrían convertirse en canciones, y yo sería fan en primera línea de ese recital o concierto.

Destaco poemas como Que luego vuelvo; Cosquillas a las nubes grises y No quieras saber, amor.

En conclusión, es una lectura que recomiendo a todas esas personas que necesitan pasar página, que necesitan un cierre, un punto y final.