Pero, ¿de qué va esta novela? Te habrá llamado la atención el título, sin duda, tan parecido al de la famosa obra de William Shakespeare, Hamlet. Pues es, de hecho, una novela que ficciona la historia de la familia Shakespeare, centrada en el punto en el que su hijo Hamnet muere, y cómo ambos padres pasan por el duelo por haberlo perdido, cada uno de una manera diferente. Por parte de Shakespeare, resultando en la obra Hamlet, escrita cuatro años después de la muerte de su hijo y que, aparentemente, no tiene nada que ver con éste.
«How easy is it, Agnes thinks, as she lifts the plates, to miss the pain and the anguish of one person, if that person keeps quiet, if he keeps it all in, like a bottle stoppered too tightly, the pressure inside building and building, until – what? Agnes doesn’t know».
«Qué fácil es, piensa Agnes mientras recoge los platos, no darse cuenta del dolor y la angustia de una persona si esa persona guarda silencio, si se lo queda todo dentro, como una botella cerrada, la presión dentro aumenta y aumenta hasta - ¿qué? Agnes no lo sabe».
TODO LO QUE ME HA GUSTADO
La novela comienza con una niña enferma de peste. La niña es Judith, una de las hijas del famoso dramaturgo y de Agnes, su mujer. Su hermano gemelo, Hamnet, busca a su familia para que le ayuden. Y entonces, comienzan las regresiones al pasado, donde se nos presenta tanto la familia de William y su infancia en Stratford upon Avon, siendo el mayor de bastantes hermanos y también el más maltratado por su padre, que le tilda de vago y débil; como la infancia de Agnes, una chica que nace y vive en una granja cercana al pueblo. Agnes es una joven que se presenta como una especie de druida o bruja de la época: sabe sobre plantas medicinales y cura a la gente, tiene una relación muy especial con los animales y tiene una intuición muy fuerte, incluso llegando a tener premoniciones sobre el futuro.
Los personajes están todos muy bien construidos, así como las relaciones entre ellos, y la ambientación en la Inglaterra medieval me ha encantado —compara la vida en el campo y en ciudades como Stratford o Londres—. La prosa de la autora es tranquila y calmada, tiene unas metáforas preciosas y además incluye ciertos puntos de realismo mágico que hacen de la historia una experiencia muy bonita de leer.
Me gusta el hecho de que la novela esté tan centrada en las emociones de los personajes ante la muerte de un hijo o un hermano, que narre precisamente la construcción de una familia desde su base y cómo la pareja que conforman Agnes y su marido va creciendo, apoyándose y cuidándose —William está perdido y deprimido en Stratford, Agnes le animará a marcharse a Londres a buscar trabajo, aunque no saben aún de qué—, hasta que se forman las primeras brechas —William no parece que vaya a volver jamás de Londres, no saben muy bien a qué se dedica, cada vez vuelve menos, cada vez les escribe menos—, y finalmente, la vida les asesta con el golpe de la muerte de un hijo. También me gusta que no se demonice ningún personaje, si no que como lectora haya podido entender las posiciones de todos. Al fin y al cabo, son personas lidiando con la vida en una época muy dura, y esto queda reflejado.
Es cierto que es una historia muy ficcionada, por supuesto, es la historia que O’Farrell quiso imaginar. Por lo que he leído, se tiene muy poca información de la vida personal de Shakespeare, todavía menos de su familia. No se sabe mucho sobre su matrimonio, ni de qué murió realmente Hamnet.
No obstante, me gusta que O’Farrell haya decidido presentarlos a todos y contar la historia de una familia normal. Sí es cierto que Agnes tiene más protagonismo, pues se enfoca como el personaje cuidador: cuida de sus hijos, de la felicidad de su marido, es la que se mueve entre bambalinas (nunca mejor dicho) y es un personaje muy carismático e interesante. Eso no ha hecho que se le quite protagonismo al propio William, a mi parecer. Le vemos crecer, vemos lo que piensa, hasta que se aleja, vuela del núcleo familiar para dedicarse a algo, y entonces le vemos a través del resto de personajes, de sus cartas —o la escasez de estas—, de escenas cortas en un teatro de Londres. Es curioso, porque durante toda la novela me dio un poco de rabia que no se le nombrara ni una sola vez. Sí, has leído bien. No se le llama por su nombre en ningún momento, no hay ningún William ni ningún Shakespeare escritos en las 368 páginas que tiene la novela. Pero es que no es necesario, desde el momento en que aparece en escena, como «el maestro de latín» ya sabes que es él. El marido, el hermano mayor, el padre, el maestro, el dramaturgo. Hay quien piensa que la autora lo hace para centrarse en la figura de Agnes y elevar su protagonismo, y puede ser, pero yo simplemente creo que la autora no habría conseguido un personaje «terrenal» —un chico perdido, maltratado, pero al mismo tiempo cariñoso, inteligente, lleno de miedo, que toma decisiones pobres, o es demasiado vulnerable—, solo habríamos visto al «gran William Shakespeare», porque ese nombre es hoy en día demasiado poderoso, demasiado emblemático. Así que ha preferido omitirlo, porque necesitaba alejarse de él para conseguir el efecto que quería. De hecho, es un personaje que me ha generado mucha ternura y con el que creo que es fácil identificarse —dentro de que es un marido/padre ausente durante gran parte de la novela—.
Por último, mención especial a Bartholomew por ser el mejor hermano, el personaje más bueno, justo y tranquilote.
LO QUE ME HA DEJADO DESCONCERTADA
Lo que no me ha gustado son los hilos que se quedan flotando en el aire. Algunos, creo, se quedan justificados en esa especie de realismo mágico —¿pasa esto o pasa aquello? ¿Pasan las dos cosas? Ah, magia, no es importante—. Si no quieres hacerte spoilers, mejor no leas nada de esta sección, aunque mi intención no es hacerlos.
La sinopsis de la obra dice que la historia comienza con Judith enferma, pero que finalmente muere Hamnet. Bueno. ¿Vale? La historia juega con la similitud entre los gemelos, será uno, será otro… pero durante las primeras páginas se señalan rasgos que los diferencian y se hacen mención a esos rasgos bastantes veces. Pensaba que serían clave para que al menos los demás personajes pudieran tener alguna clase de reacción a los eventos. Pero no. Una vez se produce la muerte de Hamnet, nadie se extraña, todo el mundo lo acepta y la novela se centra totalmente en el duelo de la familia, se queda atrás todo el posible misterio alrededor de la muerte de uno de los gemelos (que es en lo que parecía que se iba a sustentar la novela, en un principio). Yo tuve la suerte de que esa segunda parte de la novela me pareció bonita e interesante, pero si no hubiera sido el caso, tal vez me habría sentido un poco estafada por la promesa de la sinopsis.
Por otro lado, hay personajes y relaciones que al principio parece que van a tener mucha importancia en la novela y posteriormente, no la tienen (como es el caso de John, el padre de Shakespeare, y la relación que tiene con su familia).
No obstante, esto último no me ha impedido disfrutar de la novela y que me haya despertado mucha curiosidad sobre esta época y sobre Shakespeare.
Finalmente, uno de los puntos que más me llamaba la atención era la relación entre la muerte de Hamnet y la creación de la obra Hamlet, precisamente porque me parecía difícil de sustentar. El nombre se podía escribir de las dos formas y tal vez el padre quiso rendir un pequeño tributo a su difunto hijo nombrando igual al personaje y a la obra - aunque incluso esto puede no ser cierto, ya que hay otras influencias que parecen más lógicas en las que el autor pudo haberse basado para el nombre del príncipe de Dinamarca. Tal vez ambas teorías sean ciertas. Sin embargo, la relación no acaba ahí según O’Farrell, sino que se basa en una escena concreta que el dramaturgo pudo tener la oportunidad de interpretar junto a un actor joven, muy parecido a su hijo, y con ella «despedirse» de él a través de lo que mejor sabía hacer: la escritura y el teatro. Este punto no lo clasifico porque, aunque no me convence del todo la teoría de la autora (me parece demasiado rebuscada para ser cierta), me ha parecido muy emotiva y creo que pega mucho con la forma que tenemos los escritores de curarnos a través de la escritura —aunque sea de ficción—, además de ser un final bonito para la novela y para el matrimonio de los Shakespeare: un final de mutuo entendimiento del dolor.