Reseña: Otoño - Ali Smith

 


Género: contemporánea

Temas: Brexit, xenofobia, paso del tiempo, amistad, recuerdos, arte 

«En todo el país, la gente pensaba que era un error. En todo el país, la gente pensaba que era un acierto. En todo el país, la gente tenía la sensación de que había perdido. En todo el país, la gente tenía la sensación de que había ganado. En todo el país, la gente tenía la sensación de haber actuado bien y de que los otros se habían equivocado».

Otoño de Ali Smith es la primera novela de una tetralogía estacional. Es una novela famosa por ser una de las primeras ambientadas tras el Brexit. Trata de Daniel Gluck, un hombre de cien años que reside en una residencia de ancianos, en estado de coma. Nadie sabe si saldrá de esta o no, nadie lo espera. Tiene cien años. De momento vive y sueña y en esos sueños recuerda su vida. Trata de Elisabeth Demand, una treintañera que es su mejor amiga y que vuelve a su localidad natal para poder cuidarle. Toda la historia del presente se desarrolla en el verano tras el referéndum del Brexit.

Esta historia llegó a mi a través de varias recomendaciones y el título ya me capturó por su sencillez y todo lo que podía evocar. Así que en cuanto pude, me hice con él. Recuerdo hojear el libro y ver que había algo diferente en la novela, algo que me asustó un poco: el libro no cumplía con el estándar de maquetación al que estoy acostumbrada. El texto no estaban justificado a ambos lados y no había rayas de diálogo (ni comillas, que es como suelen señalar los diálogos en la literatura inglesa). Todo era una larga narración de hechos, sucesos, y diálogo, pero marcado a través de las escenas y las descripciones. 

Me encontré con un libro de prosa sencilla, tan sencilla que parece que una estuviera allí; y al mismo tiempo cargada de lirismo y humor me he reído mucho con algunas de las escenas, por la ridiculez de los momentos y lo que representaba. La novela es una sucesión de escenas que combina el pasado y el presente de los personajes, y encierra no una historia, sino varias, que para el final del libro se han interconectado y dan como resultado una novela circular inesperada.

Así, a través de vueltas al pasado, se muestra cómo surgió la amistad entre una Elisabeth niña y su vecino, el señor Gluck. En el presente ella le cuida y se hace pasar por su nieta. A través de recuerdos, se ve cómo su relación se basa en la literatura, en el arte y en una conversación adulta y astuta que hace que Elisabeth se convierta en una persona crítica. En cierto punto, se habla del amor y la amistad verdadera, la que no entiende de barreras (ni generacionales, ni de género, nacionalidad, orientación sexual...). La obra recorre varios hitos históricos de la Inglaterra de los 60, descubre a la artista Pauline Boty e introduce con ella también temas como el machismo en el arte y en la historia. Las reflexiones que más me han impresionado han sido aquellas sobre el paso del tiempo, la memoria (y aquellas cosas que recordamos de manera directa o indirecta, a través de sensaciones) y la edad.

«Si era realmente muy viejo, el vecino, no se parecía en nada a las personas viejas que salían por la tele, que siempre parecían atrapadas dentro de una máscara de goma que no les cubría solo la cara, sino que iba de la cabeza a los pies, y si la rasgabas o la rompías era como si surgiera de su interior una persona joven, intacta y prístina, que salía de la vieja piel falsa como un plátano al que le quitas la cáscara. Sin embargo, cuando estaban atrapadas dentro de esa piel, los ojos de las personas, al menos de las que salían en las películas y las series, parecían desesperados, como si intentaran transmitir con la mirada, sin revelarlo directamente, que su yo viejo y vacío las había apresado en su interior por algún motivo siniestro, como esas avispas que ponen huevos dentro de otros insectos para que sus larvas los devoren al nacer. Salvo que en este caso era al revés, el yo viejo se alimentaba del yo joven. Lo único que quedaba de la versión joven eran los ojos, suplicantes, atrapados detrás de las cuencas».

Es una novela que salta de tema en tema con aparente falta de orden, pero todo termina encajando al final del libro. O al menos, puede encajar, porque la autora escribe de manera casi esquemática y pretende que sea el lector quien complete los huecos de la historia. Para mí, la lectura de Otoño es un juego de reflexión como uno de los que Daniel jugaría con Elisabeth.

«Está bien que olvides, ¿sabes?, dijo Daniel. Es bueno. A veces es mejor olvidar algunas cosas. Olvidar es importante. Lo hacemos a propósito, para descansar un poco. ¿Me oyes? Tenemos que olvidar, o nunca podríamos dormir.

Ahora Elisabeth lloraba como lloran los niños pequeños. Estaba hecha un mar de lágrimas.

Daniel le puso la palma de la mano en la espalda.

Cuando me angustia no poder recordar algo, lo que hago es. ¿Me escuchas?

Sí, dijo Elisabeth entre lágrimas.

Imagino que, sea lo que sea que haya olvidado, está acurrucado muy cerca de mí, como un pájaro dormido.

¿Qué clase de pájaro?

Un pájaro salvaje, dijo Daniel. De cualquier especie. Ya sabrás la especie cuando te pase. Y entonces lo que hago es sostenerlo sin apretar demasiado y dejar que duerma. Y ya está.»

Otoño. Las últimas hojas marrones antes de pasar al invierno, el anuncio del frío acercándose por el horizonte. Tal vez así vio Ali Smith aquellos momentos anteriores al Brexit. 

El final de la historia es esperanzador, y al mismo tiempo rutinario. Me fascina como pueden ocurrir tantas cosas en la mente de dos personajes en un espacio tan corto de tiempo. Y la historia sigue.

Tengo muchas ganas de leer el resto de libros de la colección, aunque creo que las historias no tienen conexión. En fin, sin duda, el estilo y la manera de narrar de Ali Smith ha sido un gran descubrimiento para mí.

Un abrazo,

Laura


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