Enero: sobre bloqueos y tristeza


 Se me ha olvidado escribir. Tal vez por eso necesito empezar esta entrada con esta frase, porque de otra manera, no podría arrancar.

No es la primera vez que me pasa, como a todas las personas que nos dedicamos a escribir. Sin embargo, no puedo evitar que me haga gracia, porque el último proyecto que escribí hablaba precisamente de esta fase por la que estoy pasando ahora y que, en aquel momento, no terminaba de entender.

Uno de mis protagonistas de Proyecto Cielo vive un hecho traumático, y a partir de entonces, siente que su mundo se derrumba. Él siempre ha hablado a través de la música, pero de repente, no es suficiente. La música no le llena y él no tiene otra forma de llorar.

Yo no he pasado por un hecho traumático, pero sí por un cúmulo de momentos que me entristecen cada uno un poco, como a cuentagotas. Quiero comenzar un proyecto nuevo, pero no me siento en el momento adecuado para dar voz a mis personajes. Quiero escribir, pero me quedo con la vista vacía clavada en la página en blanco del Word, mientras mis pensamientos se van a lugares lejanos que nada tienen que ver con la historia.

Sé que las etapas malas terminan pasando. Es un mantra en todas mis historias. Solo hay que aguantar, abrazarse a una misma y recordar todo lo que una vez se logró. Soy de ese tipo de personas que sienten a través de todos y cada uno de los poros de la piel, que magnifican cada emoción como si nunca en la vida fueran a pasar por ella más. Grabo los recuerdos alegres a fuego en mi memoria y puedo recordarlos durante toda la eternidad. El pequeño detalle azul que a cualquier persona le decepcionaría, pero que no le haría frenar su ritmo vital, a mi me deja tumbada y llena de lágrimas durante horas.

Cuando estoy triste, suelo decir que «no soy yo». Que me he roto. Que necesito recuperarme, ser la persona que suelo ser y no reconozco.

Sin embargo, tengo que recordarme que no, que esta emoción es mía y que soy «yo» también. Una «yo» más intensa, claro está. Pero no me cambiaría por nada del mundo.

Me gusta dejarme arrastrar por la tristeza porque así puedo observarla de cerca y describirla. Puedo encogerme presa de un llanto repentino y experimentar cada latigazo en los pulmones. Y puedo tomar decisiones rápidas para escapar de algo (no sé el qué), como cerrar el ordenador y salir a patinar bajo el sol de enero, sentir la velocidad y no tener miedo a caerme o hacerme daño, incluso desear hacerlo, porque la tristeza a veces anula ese tiepo de percepciones racionales. Es curioso verme rabiar o maldecir, mirarme en el espejo y no reconocer mi propio carácter. Tengo que aprender a dejarme estar enfadada y no avergonzarme por ello, aunque sinceramente, esto último es lo que peor llevo.

En fin, no quiero que esta entrada sea muy larga, solo quiero describir este momento y darme la oportunidad de teclear sobre esos pensamientos que me dejan bloqueada.

Por fin, me despido. No es el momento de escribir nada nuevo, pero sí de revisar Proyecto Cielo (puedes ver el progreso aquí), así que me dispongo a aprovechar toda la intensidad que siento dentro de mí para cerrar la novela más dramática que he escrito hasta la fecha. ¡Viva la intensidad!

Si has llegado hasta aquí, te dejo un poema que escribí hace un año. Nunca se me ha dado muy bien la poesía, pero la última vez que pasé por una etapa parecida, experimenté con ella, y bueno, me gustó el resultado. Aquí la tienes:

Expulsada de mí

Dime, alma de la tierra,

¿cuándo salí de mi cuerpo?

Me veo desde lejos,

como si sujetara mi recuerdo

con una cuerda fina,

como sujetaría un globo.

Dime, sonrisa del cielo,

¿cuándo me convertí en sombra?

Figura gris que acecha entre las rocas,

pero es incapaz de esconderse.

Barro apelmazado entre las botas;

llanto incapaz de limpiar.

Dime, latido del bosque,

¿cuándo me perdí entre los caminos?

Solía presumir de ser el mejor mapa

para fantasmas perdidos,

y ahora he salido volando, temblando,

hasta hundirme en agua helada.

Dime, rumor del arroyo,

si algún día acaso volveré a ocupar

el cuerpo y la mente

de este reflejo

que me brindas.

 

Gracias por leerme, como siempre.

Un abrazo gigante,

Laura

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonitooo!! Y dices que no se te da bien la poesía...pues me encanta como escribes y el sentimiento que le pones a todo, eres muy sensible y 😍 😍🥰🤗

Daniel Gamazo dijo...

Me ha encantado el poema, puedo ver ese hilo que sujetas, cada vez que veo tu caminar triste. Hasta que lo vamos recogiendo poquito a poquito y te volvemos a meter en tu cuerpo. :) TK

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