Género: contemporánea con toques fantásticos
Temas: fantasmas, salud mental, duelo, depresión
Editorial: Nocturna Ediciones
Año de publicación: 2020
En los últimos meses apenas tengo tiempo para reseñar y estoy haciendo algo que me da un poco de rabia: seleccionar los libros que reseño. Me fastidia porque siempre me gusta poner sobre la pantalla, aunque sea para mí, algunas ideas sobre las que me haya hecho reflexionar la historia, o qué me ha parecido. Me acostumbré a hacerlo al abrir este blog porque me ayuda a recordar mejor las historias que leo (saltar de libro en libro me hace olvidarlas rápido, y prefiero reflexionar un poco sobre las lecturas). Pero la falta de tiempo hace que, por el momento, solo vaya a subir las de aquellos libros que me dejan con ganas de hablar, de reflexionar, de contar todo lo que me han hecho sentir. Y este es uno de ellos.
“Ya no sabía qué fantasma me asustaba más: el que habitaba en la casa o el que habitaba en nuestra piel”
Las voces del lago ha sido un libro que he disfrutado de principio a fin. Tenía unas expectativas altas, pero este libro vino a tumbarlas todas y sobrepasarlas, y no es algo que me suela pasar. A continuación haré una reseña sin spoilers y, más abajo, daré mi opinión de la historia con ellos. De verdad, si esta historia te llama la atención aunque sea mínimamente, no leas la segunda parte. Es una historia que se disfruta más cuanto menos sabes de ella.
La temática de fantasmas y salud mental me parecía muy interesante, pero Bea lo ha llevado a su máximo exponente.
Bree se muda con su madre a la vieja casa de Degriffin, en Irlanda, para pasar el duelo por la reciente muerte de su padre. Allí se reencuentra con Adam, un viejo amigo que, sin embargo, no ve nadie más que ella. Sucesos paranormales comienzan a tener lugar en casa, y Bree tiene la teoría de que es el fantasma de su padre, que quiere volver para llevarse tanto a su madre como a ella por delante. Por ello, intenta convocarlo, comunicarse con él para convencerle de que las tiene que dejar ir. Que las tiene que dejar de hacer daño y dejarlas pasar su duelo tranquilas. Pero las cosas cada vez se van más de las manos cuando los fantasmas que se aparecen ante Bree la convencen de intentar pasar al Otro Lado para poder llegar a él, a su padre.
En esta novela se tratan muchos temas como la salud mental, la responsabilidad de una hija que debe ayudar a su madre para convivir con depresión, el estado depresivo en el que las personas caen y la incapacidad de entenderlo, tanto de una misma como de las personas que las rodean, el sentimiento de soledad aún estando rodeada de personas… entre otros que no mencionaré para evitar spoilers.
“Mi madre fue la primera en convertirse en una casa encantada”
De esta novela no solo me llevo una lectura con la que empatizar, sino aprendizaje sobre determinadas enfermedades mentales de una manera muy sensible -su escritora es psicóloga y se nota el amor por su profesión, por entender a las personas y que otros las puedan entender, por ayudarlas a reconciliarse consigo mismas-.
Ojalá las enfermedades mentales no estuvieran tan estigmatizadas, ojalá las dieran más importancia, más recursos y más humanidad a la hora de tratarlas. Porque no son fáciles de por sí, y añadir el juicio de la sociedad hace que una persona enferma se sienta peor, si cabe.
La ambientación en un pueblo de Irlanda, en el bosque y en el lago helado al que hace referencia varias veces la novela, también es mágico y rodea la trama sobre fantasmas de una manera que te permite imaginar el mundo muy bien.
La edición de Nocturna es simple, pero muy bonita. La portada transmite mucho la esencia de la novela y sus colores. Hay varias partes de flashback de tinta blanca sobre página negra, me ha parecido muy curioso. Las ilustraciones de sus personajes, al final, son también muy bonitas.
Aquí dejo dos de mis reflexiones/párrafos favoritos de la novela, tal vez por la facilidad con la que me identifiqué con ellos. A veces pasamos por situaciones en las que no sabemos expresar cómo nos sentimos, y estos dos párrafos me parecen catárticos:
“Es curiosa esa sensación tan extraña que nacía cuando estabas a punto de abandonar un lugar. Como si no solo fueras a echar en falta a las personas que quisiste o lo que viviste, sino también a la persona que fuiste en aquel momento y en aquel sitio. Como si supieras que nunca más volverías a ser ella”.
“Yo no estaba triste, mamá. Estaba… vacía. Y no sabía cómo librarme de ese vacío porque había llegado a un punto en el que no lograba distinguir dónde acababa él y dónde empezaba yo. No entendía cómo un vacío podía pesar tanto.
Porque pasaban los días y yo solo quería estar sola, colgar las llamadas, bajar cada persiana y cerrar las puertas, pero en el fondo no quería estarlo. Quería el abrazo de alguien que no existía y rechazaba los tuyos, mamá. Quería una voz que me llamara, que me viera, que pudiera oírme; y al mismo tiempo temblaba cada vez que me llamaban las voces.
Y de alguna forma sentía que pasar tanto tiempo rodeada de fantasmas me había convertido en uno. Invisible para todo el mundo menos para mí, y tan real como una ciudad en llamas, gritando mientras ardo sin que nadie me oiga porque ya no queda nadie.
Así que no, mamá. Aún no sé si estoy triste o estoy maldita”
Aquí se acaba la reseña (sin spoilers) de este libro, una de mis mejores lecturas de 2022 y que, además, guardo en mi estantería con cariño, pues tuve el placer de conocer a Bea durante la Feria del Libro de Madrid y de que me dedicara el libro. Es para mí un tesoro que sé que releeré, porque tengo la sensación de que es de esas historias que con una segunda lectura, quedan redondas.
Reseña con spoilers
Lo que más me ha sorprendido de Las voces del lago es la manera en que la autora juega con la fantasía y la realidad. Cómo se nos adentra en un mundo en el que los fantasmas existen, en el que se nos involucra como lectores en un mundo paranormal del que cada vez se es más cómplice. Una quiere que Bree encuentre el verdadero fantasma, que se pueda comunicar con él -si de verdad es su padre- y acabar con las amenazas de su alrededor.
También, como lectora, aunque era consciente desde el principio de que detrás de Adam existía algo que no era fiable al cien por cien, terminé confiando en él. ¿Por qué? Porque Bree lo hace, y al leer confías en Bree: su realidad es la única que existe para los lectores.
Creo que la clave de esta novela y el mensaje que transmite tiene mucha fuerza precisamente por eso: porque somos Bree, y cuando los fantasmas la arrastran, nosotros queremos encontrar una solución paranormal -la única que conocemos y en la que confiamos-. Porque -imagino- así lo puede vivir una persona a la que diagnostican esquizofrenia cuando no lo sabe. Tal vez así sea su “despertar”. Lleno de inseguridad, como si la realidad se cayera a pedazos.
Cuando llega la segunda mitad del libro y descubrimos que Adam no es más que una voz en su cabeza, una realidad distorsionada; cuando descubrimos que las heridas de Bree no están hechas por ningún espíritu, sino por ella misma; cuando la vemos en una clínica encerrada… empezamos a hacer conexiones, pero con dificultad. Como el mismo personaje. Lo primero que pensamos es que los médicos se están equivocando. Que ellos no pueden ver los fantasmas, pero que existen, de verdad. Que se están equivocando, que están juzgando mal a Bree. No obstante, cuando Adam comienza a fallar, como una bombilla que tintinea antes de apagarse del todo, el mundo que parecía construido hasta el momento se comienza a caer en pedazos. Cuando se descubre que Adam solo sabe cosas que Bree sabe. Que está ahí cuando Bree quiere, o en momentos clave. Cuando le pide que no cuente a nadie de su existencia; cuando le dice que si habla de él los acabarán separando… es cuando una se empieza a asustar. Cuando se empieza a admitir que tal vez sí pase algo.
Además, como comentaba en la anterior parte de la reseña: las enfermedades mentales están tan estigmatizadas, que al entrar Bree en psiquiatría, vemos su miedo a ser juzgada. A que no se confíe más en ella. Esto para los lectores es muy importante. ¿No estamos confiando nosotros, acaso, en ella al cien por cien? ¿No estamos acompañándola en este viaje casi como si fuéramos ella? Y de pronto, parece que no podemos confiar en lo que ve o lo que oye. De repente, pierde fuerza. Deja de ser un personaje con una vida normal para ser una persona esquizofrénica. Y allí la leemos, intentando luchar porque nadie la juzgue, por convencerse a sí misma de que ella también es normal, cuando incluso como lectora vacilas en confiar en ella. Somos ella, vivimos su dolor, pero al mismo tiempo emitimos juicios. Me parece maestro poder llevar al lector por un viaje así, en el que reflexione tanto y descubra tantas cosas de sí mismo y de sus juicios.
También me ha parecido muy interesante que buena parte de la novela se dedique a ese “despertar” al que me refería hace un momento. A la fase de sanar. A las dificultades, a la tristeza, a la irrealidad. La manera en que Bree piensa que jamás podrá ser normal. Una parte en la que vemos pasar a Bree por diferentes fases: negación, dudas, dolor al admitir que tal vez los médicos tienen razón, miedo, no distinguir la realidad de lo que no lo es, no saber en quién confiar -¿en la realidad de los médicos o en la suya propia, en su mejor amigo?-, momentos de mejora, recaídas, miedo a ser juzgada, mejora, nuevas recaídas…
Me pareció muy interesante acompañar a Bree en ese viaje. Me dolía verla recaer. Cogí mucho cariño a Adam, para momentos después sentir mucha rabia hacia él, como le sucede a la misma protagonista durante toda la historia.
En conclusión, una historia de fantasmas, de los que de verdad existen.
Y ahora sí que sí, termino esta reseña. ¿Os llama la atención esta historia? ¿La habéis leído? Contadme en los comentarios :)
P.D.: para la portada de la reseña he utilizado algunas de las imágenes que Bea guardó en su tablero de Pinterest. Os lo dejo por aquí por si queréis echarle un ojo y también la playlist de la novela, que transmite mucho.
Un abrazo gigante,
Laura
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