Desesperanza. Reseñas cortas de Melocotones helados y Cometas en el cielo

 

Hay libros que incomodan y hacen pensar en la fragilidad de todo lo que nos rodea.

Llevo un tiempo evitando sentarme a escribir sobre los dos últimos libros que he leído, no porque no me hubieran gustado, sino porque me dejaron una sensación de tristeza, desesperanza y, si soy sincera, algo de miedo.

Miedo por todas las cosas que creemos que controlamos y, en realidad, no hacemos. Miedo por todas las cosas que tomamos como garantizadas, pero que pueden escaparse de nuestras manos como la arena.

Allá voy.

El primero de los libros me lo leí en diciembre-enero de 2020, y es Melocotones Helados, de Espido Freire. Lo sé, ¿quién habría dicho que un libro con semejante título podría hacer reflexionar tanto?

Os dejo la sinopsis:

Elsa, una joven pintora, se ha visto obligada a abandonar su casa ante unas amenazas de muerte de las que desconoce la razón, y se traslada a otra ciudad a vivir con su abuelo. En un clima opresivo, Elsa redescubre las relaciones humanas, y se mueve entre la historia familiar, plagada de secretos, y la de una prima con la que comparte nombre y apellidos.

El libro trata sobre la vida de los personajes de una familia. Cada miembro tiene una personalidad y una historia, y de fondo hay una línea que une a todos: la desaparición de "la niña Elsa". Alrededor de esa desgracia, cada personaje termina desarrollándose de una manera u otra, o se mantiene en la misma línea. Los personajes son meras caricaturas, personajes que se mueven cada uno por sus propios intereses, bailando alrededor de su familia como fantasmas.

La historia no es circular, no hay un final que explique el por qué empezó todo. Solo son recuerdos de unos y otros, hilados, que desarrollan la historia, alejándose mucho de la trama principal a ratos, lo que hace recordar que es una familia a pedazos: sus vidas son diferentes y sus tramas se unen tan solo en las desgracias, en lo incómodo, en los secretos familiares. En los restos.

¿Cuál es la vida que queremos llevar y dónde acabamos al final? ¿Estaremos felices cuando, de ancianos, miremos por encima del hombro hacia nuestro pasado? ¿Nos dejaremos llevar por la rutina y no pensaremos en nada más? ¿Nos atreveremos a decirle a esa persona que la amamos? ¿La amamos realmente? ¿Podremos luchar contra nuestros fantasmas, o nos terminarán arrancando la cabeza? ¿De qué sirve entonces la lucha? Las voces se ahogan y desaparecen, sin dejar rastro.

Es una historia triste y vacía. Así me sentí al terminarlo, al menos, lo cual me parece magistral, porque me parece difícil de escribir.

Por las críticas que he leído, no es un libro que haya gustado mucho al público en general, a pesar de ser Premio Planeta. Supongo que la sensación de estar leyendo escenas que no aportan mucho a la trama principal, no es de agrado. Sí hay varias tramas que no se terminan de desarrollar del todo, y da la sensación de que la autora se olvidó de ellas. Aunque a mi me gustaron igualmente, porque ¿qué trama es la principal? ¿Qué personaje es el verdadero protagonista?

La prosa de Espido Freire es brillante. Es poética y a la vez muy visual. El libro se desarrolla en escenas cortas pero directas y llenas de emoción.

Y, por último, si os estáis preguntando qué misterio esconde el título... ninguno. Se trata del postre favorito de un personaje secundario. Si hay un mensaje secreto, no lo he entendido ni lo he encontrado por internet... si alguien lo sabe, ¡que lo comente abajo, porfi!


El segundo libro del que os quiero hablar es Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini. Cuenta con una adaptación cinematográfica que, si es igual de dura que el libro, no tengo fuerzas para ver.

Os dejo la sinopsis:

Sobre el telón de fondo de un Afganistán respetuoso de sus ricas tradiciones ancestrales, la vida en Kabul durante el invierno de 1975 se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de una ciudad confiada en su futuro e ignorante de que se avecina uno de los períodos más cruentos que han padecido los milenarios pueblos que la habitan.

Con apenas doce años, Amir se propone ganar la competición anual de cometas de la forma que sea, incluso a costa de su inseparable Hassan, un hazara de clase inferior que ha sido su sirviente y compañero de juegos desde la más tierna infancia. Así, empeñado en demostrarle a su padre que ya es todo un hombre, Amir pondrá en peligro una amistad fraguada a lo largo de años de enfrentarse a todos los peligros imaginables, y aprenderá una verdad que lo acompañará el resto de su vida.

Hosseini nos brinda una historia llena de recuerdos y añoranza, un personaje -Amir- complejo, en el que reconocemos la envidia, la tristeza, la desesperación por la aprobación de un padre que siempre parece tener cosas más importantes que hacer que prestarle atención. Un personaje de una clase social alta que se deja influenciar por su alrededor y discrimina, a veces de manera inconsciente, a su mejor amigo y a su familia, a pesar de llevar con ellos toda la vida.

Es un libro donde las desgracias y las injusticias ocurren, y nadie consigue la justicia que merece. Y menos cuando llega la guerra.

Las vidas dan un giro brusco. Todo deja de ser como era.

Es un libro de personas que dejaron de ser. De una guerra que llegó y arrasó. De personas que hacen daño en nombre ajeno, sea Dios o sea un superior. De odio, sin razón de ser.

Un libro que termina y deja al lector con la esperanza acurrucada en un rinconcito del corazón, temblando, no atreviéndose a asomar. 

Sin duda es un libro necesario. Hay muchos países en guerra actualmente, y aunque a nivel individual no podamos hacer mucho, pienso que de ninguna manera debe caer en el olvido y el desconocimiento.

Ya a modo de reflexión, en los últimos días pienso mucho en la vida. En la manera en que, al menos en los países del primer mundo, soñamos y en función de nuestras herramientas, construimos nuestro camino. El camino que debe ser, que nos han enseñado que será.

Nos permitimos soñar y pensamos que no alcanzar nuestros sueños es injusto. Como si el mundo fuera un lugar con unas reglas marcadas a fuego, como si el mal fuera a ser escupido del planeta, más tarde o más temprano.

Y no.

No hay nada seguro. Situaciones como las que vivimos hoy en día, con la pandemia, nos lo demuestran de sobra.

Y me da miedo pensar en ello.

Hoy en día sueño cómo será mi vida, mi futuro.

Pero, ¿y si algún día no puedo ni siquiera soñar?

¿Qué sentirán las personas que de un día para otro se ven inmersas en un conflicto, en una guerra, que nada tiene que ver con ellos? Cuando de un día para otro ven su vida, sus pensamientos, sus sueños deshechos, mezclados entre el barro y las cenizas.

¿Cómo se debe de sentir la persona que tiene que dormir por primera vez en la calle por no tener dinero para pagar el alquiler? ¿Recordará la casa de su infancia? ¿Recordará el techo que siempre tuvo y nunca pensó que le faltaría?

¿Y las personas que se dejaron un trabajo a medio hacer, una persona sin abrazar, un "te quiero" sin decir, y ahora están en un hospital, no sabiendo cuándo ni cómo saldrán de allí, si es que lo hacen?

Me asusta. Me asusta verme perdida. Me asusta más ver a las personas que quiero en esa situación.

Tengo miedo de no disfrutar lo suficiente del olor a tierra, del sonido de la calle, de un paseo bajo la lluvia sabiendo que me espera el calor de una cama limpia, de la música que me hace soñar, del amor de mi familia.

Tengo miedo de que los ciclos de la historia se repitan. Tengo miedo del odio y de las personas que no lo ven como una amenaza; tengo miedo de las personas que hieren a otras.

Hay días que la desesperanza se posa en mis hombros como una paloma gris, y yo que soy curiosa, la paseo, la acaricio, la estudio; aunque me pese al caminar.

Por favor, tratad a las personas con amor y con calma.

Siempre es mejor hablar, resolver, y querer.

Después de estos dos libros, sin duda interesantes, me dispongo a leer algo más alegre. Porque lo bueno de la literatura es eso: que existen historias para cada momento, para cada estado mental. Todos enseñan algo.

Gracias por leer esta extraña entrada en el blog, tan íntima en cierto modo.

Y ahora, voy a coger a la paloma gris con suvidad entre las manos y ayudarla a volar, a marcharse, por el momento.

Laura

6 comentarios:

Zcetro dijo...

Geniales reseñas cortas. Aunque no haya leído los libros, creo que entiendo bastante bien los pensamientos y sentimientos que describes. Buen trabajo con las entradas del blog, enhorabuena.

Daniel Gamazo dijo...

Vuela Melibea vuela!!!!
Esta claro que los melocotones helados se refieren a la vida misma, dulce, pero a la vez te puede dar dolor de cabeza. Según cuanto esperes puedes tener una textura suave o dañarte los dientes.

Ahora en serio, supongo que por esa misma sensación que describes de poder perderlo todo en un momento tantos sabios enseñaban a vivir el momento y a saber apreciar las cosas más pequeñas, por si alguna vez te falta lo grande. ;)

Laura Macías Pérez dijo...

¡Gracias!

Laura Macías Pérez dijo...

¡Creo que alguien ha desentrañado el misterio! Me gustó esa explicación del título, tiene mucha lógica jeje.

Autecracia dijo...

Magníficas maneras de ver y describir ambas historias. Muy interesantes las dos para adentrarse en su lectura, y las interpretaciones que ambas te suscitaron. La percepción íntima que vuelcas en las reseñas no deja de ser el elixir dulce y helado que anima a leer ambos libros. Fantástica Espido Freire, con un premio, el Planeta, tan merecido. Explicar su novela es un ejercicio bien laborioso, además de extraer lo positivo de un escenario sombrío. Y Hosseini en su novela parece expresar con la crueldad de la guerra la incertidumbre con la que el ser humano puede ver su propio, y quizá único, destino.
De un lado, pedazos de una familia, vaciedad, voces que se ahogan, tristeza... De otro, injusticia, desastre, levedad del ser, desesperanza... Ingredientes que conducen a dos revelaciones perfectas: la vida en estado puro, sin juicio alguno... Asusta pero la lectura es ejercicio que implica mucho valor, pues nos enfrenta a nuestro propio yo, al espejo en el que se refleja la vida que leemos, o la que observamos fuera del libro.
Enhorabuena por los dos análisis tan preclaros, tan bien hilvanados, tan conectados con la emoción y el amor como antídoto vital.

Laura Macías Pérez dijo...

Jo, muchas gracias por tu comentario. Sí, son dos novelas que hablan sobre la vida y sobre realidades que a veces parecen lejanas, pero no lo son. Sobre patrones que son fácil de identificar en personajes "caricaturizados", pero que en el fondo podemos también identificar en nosotros mismos o en las personas de nuestro alrededor. Son ambos muy muy buenos libros, a pesar de la baja puntuación que les he dado (suelo puntuar en función de cómo me ha hecho sentir el libro: si me ha enganchado, si sigo pensando en ellos después de acabarlos, si sus personajes han tenido historias chulas... más emocional, que racional, aunque la literatura y los gustos son tan subjetivos, que es normal). ¡Un abrazo enorme!

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