Género: contemporáneo, intriga
Temas: cárcel, prisión, violencia de género, injusticia
Año de publicación: 2019
Editorial: Nocturna
Valoración: 5/5
Presas es de esa clase de historias que te agarran del corazón (o en mi caso, las entrañas) y te lo aprietan hasta exprimir todos tus sentimientos. De verdad, cada vez que paraba de leer, sentía que me habían puesto mucho peso encima, sentía el día más gris, me encontraba pensando en cosas y en problemas en los que no me suelo permitir pensar. Terminaba leyendo más para encontrar respuestas. Pero la respuesta definitiva a la eterna polémica de las cárceles no está escrita en piedra. Esta historia solo era un pedazo de todo el entramado. Y a mí me hizo pensar, mucho. También hay que tener en cuenta que es el primer "contenido" que leo de temática cárceles (no, no he visto Orange is the new black o Vis a Vis, aunque tal vez lo haga más adelante, cuando me recupere de esta historia).
Bueno, primero de todo, os dejo la sinopsis de la novela para que sepáis de qué va esta reseña, aunque el título habla de ello en varios sentidos:
El mundo es una escala de grises, pero siempre lo vemos en blanco y negro. El blanco de quien es inocente y se acerca a la prisión con miedo a convertirse en una víctima. El negro que inunda las celdas de aislamiento. Y el gris que envuelve el lugar, plagado de matices.
Un día me dijeron: «Leire, no vayas a la cárcel, hay gente peligrosa». Y les sorprendió cuando contesté: «Y fuera también».
Ambientada en una cárcel, Presas narra la realidad de una prisión desde dos puntos de vista opuestos: el de Leire, que accede como voluntaria, y el de Azahara, encerrada por un crimen terrible. Sin embargo, por muy distintas que sean sus perspectivas, pronto ambas descubrirán que unos barrotes no son la única forma de convertir a las personas en presas.
La historia es narrada desde el punto de vista de varios personajes, desde presas, a voluntarios o incluso funcionarios de la cárcel, pero sobre todo leemos a Azahara y a Leire.
Azahara es una joven madre que, interna en la prisión, cuida de Beth, su hija, y teme cada día que pasa, pues cuando Beth cumpla tres años la sacaran de la cárcel y la llevarán con su padre, con Hugo. El problema es que Hugo es un maltratador.
Leire llega como voluntaria a la cárcel, a ayudar, pero esconde un secreto: dentro de poco tendrá un juicio que determinará si pasa a ser una presa más.
Leire y Azahara verán que en el fondo no se diferencian en tantas cosas.
La historia hace hincapié en la diferencia aparente que hay entre presas y voluntarias para la gente de a pie, que condenan a las primeras desde el momento en que pisan la cárcel, olvidando que un día fueron personas, olvidando que muchas de ellas (no todas, por supuesto) han sido arrastradas a hacer lo que hicieron por sus condiciones (sociales, económicas, de género…), por malas decisiones o incluso errores. Se olvidan de que simplemente son personas intentando convertirse en alguien mejor. Intentando reinsertarse. Mientras tanto los voluntarios (y funcionarios) son personas, deben ser respetadas, estudian, son felices, tienen familia, pensamientos, pueden opinar.
Y en medio está Leire, pendiendo de un hilo, porque en cualquier momento podría pasar de ser una persona libre a una presa, todo por un terrible error (que para nada la define como persona). ¿Pasará ella a ser una mala persona más? ¿La tratarán como ve que tratan a todas en la cárcel? ¿La abandonarán así? ¿Todo delito, por pequeño que sea, e independientemente de las condiciones de la persona que lo realizara, define la vida de una persona?
Beatriz Esteban escribió este libro en base a su experiencia en un voluntariado que ella misma hizo en la cárcel, lo cual me parece muy interesante. Como ella ha indicado varias veces, las personas solemos tener miedo a la cárcel, asco, incluso. Cuando en realidad, necesitan más que nadie ser ayudadas, necesitan más que nadie de gente que crea en ellas y en las personas que pueden llegar a ser.
Este libro me ha hecho reflexionar mucho sobre la libertad y los derechos propios (me ha hecho ponerme en la piel de todos y cada uno de los personajes, me ha hecho querer llorar por la injusticia, me ha hecho temer a la sociedad más que nunca, así como sentirme inmersa en un agujero de vacío e impotencia; algo por lo que debo felicitar a Beatriz Esteban, pues no es fácil lograr tantas emociones o tal nivel de empatía). Bueno, la libertad y los derechos propios. Sabemos que nos pertenecen desde el momento en que nacemos. Sabemos, que por norma general, se respetarán. Y que si son violados, la sociedad responderá con indignación. Así es como debería ser. Pero en la cárcel eso hace tiempo que se perdió. Las presas son deshumanizadas. No solo en el sentido de malos tratos, sino en pequeños gestos como el de no mirar a la cara al hablar, como no responder, como mirar a esa persona con repulsión… castigándoles por segunda vez. Beatriz Esteban denuncia esta situación, y así lo ha expresado en varias entrevistas. Las personas internas ya están cumpliendo su condena: están siendo privadas de su libertad, de ver a su familia, de hacer vida normal. No deberían ser castigadas más. Deberían ser ayudados a mejorar.
Por otro lado, quiero volver a la frase “Y si [nuestros derechos] son violados, la sociedad responderá con indignación”. ¿Realmente se da esto? ¿Realmente ocurre? Depende. Aquí es donde, de manera inteligente y valiente, la novela introduce la problemática de la violencia de género y el machismo. Muchas de las protagonistas han pasado por situaciones machistas en su vida que han creado las condiciones que las llevaron a la celda. Con otras tantas presas, no podemos evitar pensar “no debería estar dentro”.
Y mientras, los crímenes machistas no terminan ni dentro ni fuera de la cárcel.
En todo caso, y esta ya es mi opinión más general, pienso que se invierten muy pocos recursos en las cárceles y en los métodos de educación y reinserción. Los centros penitenciarios deberían ser un lugar donde cumplir un castigo, sí, pero también para ser una persona diferente, con nuevas oportunidades para entrar en la vida y no cometer los mismos errores. Y mientras no se invierta en ello, las cárceles seguirán siendo cuatro paredes altas donde esconder a la “escoria” el máximo tiempo posible. Obviamente, cuando el delito es más grave, o el preso reincidente, entiendo que no siempre es posible hacer esto.
Tenía ganas de leer algo de esta autora y este libro fue el que me llamó la atención nada más leer la sinopsis. No obstante, estoy deseando echarle el guante a Aunque llueva fuego y Donde no haya niebla.
Mi valoración de este libro es un 5/5. Quiero informar de que esta valoración es propia, y para nada quiere decir que una historia sea buena o mala. Solo está en un determinado puesto en mi ranking de novelas, y es el orden en el que me baso para recomendar a otras personas.
Un saludo, y si habéis leído este libro, ¡comentad qué os ha parecido!
La historia es narrada desde el punto de vista de varios personajes, desde presas, a voluntarios o incluso funcionarios de la cárcel, pero sobre todo leemos a Azahara y a Leire.
Azahara es una joven madre que, interna en la prisión, cuida de Beth, su hija, y teme cada día que pasa, pues cuando Beth cumpla tres años la sacaran de la cárcel y la llevarán con su padre, con Hugo. El problema es que Hugo es un maltratador.
Leire llega como voluntaria a la cárcel, a ayudar, pero esconde un secreto: dentro de poco tendrá un juicio que determinará si pasa a ser una presa más.
Leire y Azahara verán que en el fondo no se diferencian en tantas cosas.
La historia hace hincapié en la diferencia aparente que hay entre presas y voluntarias para la gente de a pie, que condenan a las primeras desde el momento en que pisan la cárcel, olvidando que un día fueron personas, olvidando que muchas de ellas (no todas, por supuesto) han sido arrastradas a hacer lo que hicieron por sus condiciones (sociales, económicas, de género…), por malas decisiones o incluso errores. Se olvidan de que simplemente son personas intentando convertirse en alguien mejor. Intentando reinsertarse. Mientras tanto los voluntarios (y funcionarios) son personas, deben ser respetadas, estudian, son felices, tienen familia, pensamientos, pueden opinar.
Y en medio está Leire, pendiendo de un hilo, porque en cualquier momento podría pasar de ser una persona libre a una presa, todo por un terrible error (que para nada la define como persona). ¿Pasará ella a ser una mala persona más? ¿La tratarán como ve que tratan a todas en la cárcel? ¿La abandonarán así? ¿Todo delito, por pequeño que sea, e independientemente de las condiciones de la persona que lo realizara, define la vida de una persona?
Beatriz Esteban escribió este libro en base a su experiencia en un voluntariado que ella misma hizo en la cárcel, lo cual me parece muy interesante. Como ella ha indicado varias veces, las personas solemos tener miedo a la cárcel, asco, incluso. Cuando en realidad, necesitan más que nadie ser ayudadas, necesitan más que nadie de gente que crea en ellas y en las personas que pueden llegar a ser.
Este libro me ha hecho reflexionar mucho sobre la libertad y los derechos propios (me ha hecho ponerme en la piel de todos y cada uno de los personajes, me ha hecho querer llorar por la injusticia, me ha hecho temer a la sociedad más que nunca, así como sentirme inmersa en un agujero de vacío e impotencia; algo por lo que debo felicitar a Beatriz Esteban, pues no es fácil lograr tantas emociones o tal nivel de empatía). Bueno, la libertad y los derechos propios. Sabemos que nos pertenecen desde el momento en que nacemos. Sabemos, que por norma general, se respetarán. Y que si son violados, la sociedad responderá con indignación. Así es como debería ser. Pero en la cárcel eso hace tiempo que se perdió. Las presas son deshumanizadas. No solo en el sentido de malos tratos, sino en pequeños gestos como el de no mirar a la cara al hablar, como no responder, como mirar a esa persona con repulsión… castigándoles por segunda vez. Beatriz Esteban denuncia esta situación, y así lo ha expresado en varias entrevistas. Las personas internas ya están cumpliendo su condena: están siendo privadas de su libertad, de ver a su familia, de hacer vida normal. No deberían ser castigadas más. Deberían ser ayudados a mejorar.
Por otro lado, quiero volver a la frase “Y si [nuestros derechos] son violados, la sociedad responderá con indignación”. ¿Realmente se da esto? ¿Realmente ocurre? Depende. Aquí es donde, de manera inteligente y valiente, la novela introduce la problemática de la violencia de género y el machismo. Muchas de las protagonistas han pasado por situaciones machistas en su vida que han creado las condiciones que las llevaron a la celda. Con otras tantas presas, no podemos evitar pensar “no debería estar dentro”.
Y mientras, los crímenes machistas no terminan ni dentro ni fuera de la cárcel.
En todo caso, y esta ya es mi opinión más general, pienso que se invierten muy pocos recursos en las cárceles y en los métodos de educación y reinserción. Los centros penitenciarios deberían ser un lugar donde cumplir un castigo, sí, pero también para ser una persona diferente, con nuevas oportunidades para entrar en la vida y no cometer los mismos errores. Y mientras no se invierta en ello, las cárceles seguirán siendo cuatro paredes altas donde esconder a la “escoria” el máximo tiempo posible. Obviamente, cuando el delito es más grave, o el preso reincidente, entiendo que no siempre es posible hacer esto.
Tenía ganas de leer algo de esta autora y este libro fue el que me llamó la atención nada más leer la sinopsis. No obstante, estoy deseando echarle el guante a Aunque llueva fuego y Donde no haya niebla.
Mi valoración de este libro es un 5/5. Quiero informar de que esta valoración es propia, y para nada quiere decir que una historia sea buena o mala. Solo está en un determinado puesto en mi ranking de novelas, y es el orden en el que me baso para recomendar a otras personas.
Un saludo, y si habéis leído este libro, ¡comentad qué os ha parecido!
Laura
2 comentarios:
Pienso igual, dentro de las cárceles se les debería dar la oportunidad de aprender una profesión y a reconectar con la gente. El orgullo de una prisión sería que todos sus integrantes cooperarán entre ellos y mejoraran como personas 🖖
Pues sí, eso sería lo mejor!
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