Reseña: El Principito - Antoine De Saint-Exupéry

 «Es necesario que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas»

3 de marzo de 2023

Confieso que nunca antes me había terminado de leer El Principito. Sí, me encanta leer y nunca había leído esta obra tan corta y a la vez tan relevante para la literatura. Comencé a leerlo varias veces cuando era niña, pero lo interpretaba todo de manera demasiado literal y nunca le encontré demasiado sentido. Ha sido a mis veinticuatro años, y en un momento bastante sensible en mi vida, cuando he logrado conectar de manera verdadera con esta historia y con este personaje, con el principito, y sus problemas y aventuras. Y es que se trata de una historia abstracta en su totalidad, construida a base de metáforas preciosas que una solo entiende cuando ha pasado por ellas. Estoy segura de que no he entendido todas, sino solo las que me hacen reflexionar sobre el estado sentimental en que me encuentro. Dicen que es un libro que se interpreta de manera diferente cada vez que se lee, y creo firmemente que así es, que será una de esas historias en las que pueda refugiarme en muchos otros momentos de mi vida.

Sin más, dejo una pequeña sinopsis: la historia está narrada por un aviador cuyo avión se avería y cae en el desierto del Sahara. Allí, mientras se dedica a intentar arreglarlo antes de quedarse sin reservas de agua, se encuentra con un niño pequeño de bucles dorados que le pide que le dibuje un cordero. Sorprendido ante la situación bizarra que se le presenta, el aviador hace caso de sus peticiones, y cada vez con más curiosidad, escucha la historia de este niño que viene de otro planeta, el cual abandonó al sentirse dolido por el amor que siente hacia una rosa demasiado orgullosa.

La historia trata, sobre todo, los temas de la amistad y el amor, pero también otros como la inocencia, la búsqueda de lo realmente importante en la vida y la crítica a la complejidad excesiva de los sistemas y las personas (adultas) que los siguen, sin cuestionarse otras cosas.

La rosa

 «Cuando se ama a una flor y ésta se encuentra en una estrella, es muy agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas florecen»

El principito abandona su pequeño asteroide (el B-612) después de cuidar con exceso de una rosa y sus caprichos; de quererla pero no sentirse querido.

A lo largo de la historia, le vemos preocupado por el bienestar de ella. La rosa es muy cabezota y orgullosa, y piensa que podrá sola contra todos los males que se le presenten, porque tiene sus cuatro espinas. El principito piensa que su rosa es única en el mundo, y tiene miedo de que algo pueda sucederla. Sin embargo, a medida que recorre diferentes planetas y llega a la Tierra, se da cuenta de que hay muchas otras iguales que ella. Se siente algo decepcionado, y de alguna manera piensa que aquello sería una lección de vanidad para ella: no, no es la única. ¿Será verdad?

La historia del principito y su rosa me parece una metáfora preciosa para el enamoramiento: a pesar de las características negativas de esta rosa, el principito destaca las positivas, aquellas que le hacen quererla (en este caso, su belleza y su fragilidad). La cuida y se preocupa por ella, y aun cuando se siente engañado o descuidado, incluso cuando decide marcharse y dejarla atrás, no puede evitar pensar en ella y quererla, aun en la distancia.

El amor a veces no tiene sentido. Entra como una semilla y se instala en el corazón, donde entra en forma de rosa y extiende su tallo, hace crecer sus pequeñas espinas, pero también sus pétalos tiernos y dulces. No se sabe cómo ha llegado hasta ahí, pero está. Y es bonito y duele al mismo tiempo.

Al hilo de esta reflexión, he recuperado un pensamiento que escribí hace un tiempo y que me recuerda a esta parte de El Principito.

«Creo que el amor surge cuando surge y de maneras variopintas, y no por eso es menos real. Tal vez pierda fuerza, pero diría que me he enamorado de ti y no lo digo con desesperación, sino feliz y segura de que algún día desaparecerás de mi mente y no pasará nada. Eso no querrá decir que no haya estado enamorada. ¿Estaré simplificando un concepto universal? No lo sé. Pero si estar enamorada significa preocuparse por la otra persona, pensar en ella, en qué estará haciendo, en qué cosas le gustan, acordarse de ella con pequeñas tonterías, ansiar querer mirarla, tocarla o que la mirada se distraiga para buscarle todo el rato… si es anhelar a cada rato poder sentirla cerca, entonces me queda claro que me he enamorado de ti».

El zorro

«Era un zorro parecido a cien mil otros. Pero le hice mi amigo y ahora es único en el mundo».

La relación entre el principito y el zorro es probablemente la más tierna y cuyo mensaje más cala, porque a raíz de ella se entienden muchas otras cosas.

El niño se encuentra al zorro en el desierto. Allí, el zorro le dice que no puede acercarse a jugar con él, pues no está domesticado. ¿Y qué es eso? Crear lazos. Así es como le pide que le domestique, para que así su vida no sea tan monótona, para tener alguien por el que preocuparse. Para que todos los hombres dejen de ser iguales y haya uno que sea único en el mundo, que será él, y que las cosas simples que en el momento no le dicen nada, le puedan recordar a él. ¿Para que el mundo cobre importancia, de alguna manera?

Aquello resuena en el principito, le recuerda a su rosa. Cuando llega la hora de marcharse, ambos sufren, pero el zorro le dice que mereció la pena, porque el sufrimiento de alguna manera indica que hubo amor, que habrá recuerdos.

«Solo se ve bien con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos. Es el tiempo que has dedicado a tu rosa lo que la hace tan importante»

Los demás personajes

El resto de personajes son también muy entrañables y tienen mucho que enseñar. Desde el propio narrador, que es quien nos cuenta la historia de cómo conoció al principito y que suele interpretarse como el adulto hablando con su propia niñez; al resto de personajes con los que se encuentra el niño en su viaje: el rey, el vanidoso, el hombre de negocios, el borracho, el farolero y el geógrafo, a través de los cuales se critican comportamientos y generalidades como la autoridad, la riqueza, los sistemas de propiedad o de poder. Todo esto tiene muy poco sentido para el principito, que no deja de presenciar situaciones que -vistas desde sus ojos inocentes- nos parecen ridículas.

«¿Y qué haces con las estrellas?

¿Que qué hago con las estrellas?

Sí.

Nada, poseerlas. [...]

¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?

Me sirve para ser rico.

¿Y para qué sirve ser rico?

Para comprar otras estrellas, si es que alguien las encuentra.

¿Cómo puede poseer uno las estrellas?

—¿De quién son? -—replicó bruscamente el hombre de negocios.

No lo sé, pero creo que de nadie.

Entonces me pertenecen, porque he sido el primero que pensó en poseerlas.

¿Es eso bastante?

Claro. [...]»

En conclusión, es un libro que he disfrutado mucho. Es muy cortito, pero muy conciso y universal (es uno de los libros más veces traducidos, 536 según he visto, y además cada idioma llega a tener varias traducciones, siendo el español uno de ellos).

También cuenta con adaptaciones al cine, y una de las que más ganas tengo de ver es la de 2015, porque tengo la sensación de que completa muy bien las ideas del libro al mismo tiempo que se mantiene fiel, y la animación me parece preciosa. Dejo uno de los clips que más bonitos me parecen:



Cuando vea la película, completaré esta reseña, y si alguna vez, en otro momento de mi vida, leo esta historia y saco nuevas conclusiones, también lo haré. Por eso indiqué en la descripción la fecha en que he reseñado.

Hasta entonces, un abrazo,

Laura




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